Desahógate conmigo pero, por favor, no me hagas daño

lunes, 27 de febrero de 2017
Yo suelo decir que soy muy tontaina e idiota, que nunca aprenderé y, que por eso, me pasan las cosas que me pasan.

La gente que me conoce, en cambio, dice que lo que pasa es que soy demasiado buena, aparte de tontaina e idiota (estos dos últimos adjetivos es para tocarme, principalmente, las narices aunque sé que es verdad, yo misma me lo digo).

En fin, a lo que iba, me gusta ayudar a la gente. Me gusta escucharlas, prestarles atención, darles ánimos, opinar y aconsejar si me lo piden. No soy muy de expresar mis sentimientos, nunca he sabido hacerlo, pero intento transmitir tranquilidad, sosiego, calma, paz. Creo que son cosas esenciales para poder ver las cosas desde un mejor prisma a la hora de decidir que hacer. Lo hago tanto con amigas a las que conozco y hablo habitualmente, cómo con personas que ni conozco y que nos hemos cruzamos, por casualidad, en alguna red social o chat. Hasta aquí todo perfecto.

¿Qué pasa cuando te tienen más confianza? Pues que mi ayuda puede venirse en mi contra. 

A veces, incluso a mí me pasa, estar mal de ánimos o por algo que ha pasado, hace que respondas de forma seca, tajante, con monosílabos... Cuando eso es así, es obvio que les pasa algo. Les pregunto, les agasajo, intento que se sientan a gusto conmigo y se calmen. En ocasiones, funciona y se tranquilizan. Me cuentan lo sucedido, cómo se encuentran, sus inquietudes ante ello. Otras veces, no quieren hablar del tema, quieren que les hable de otra cosa para olvidar, para desconectar de lo ocurrido. En ambos casos, intento darles lo que buscan y, en cierta manera, parece que les ayudo.

En otra ocasiones, las respuestas que te dan  son irrespetuosas, de forma agresiva... Ante eso, no soy de darles la espalda cuando los considero amigos. Estos casos son los problemáticos porque no sabes por dónde te van a salir. Tienes que ir con mucho tacto en principio, y digo en principio, porque me acusan de no tener ningún tacto al decir las cosas. Reconozco que a veces lo digo a lo "burro" pero deberían pensar también, cuando lo digo de esa manera, todo lo que he podido aguantar anteriormente, que en eso, parece ser, que no se suelen fijar mucho, solo ven mi forma brusca de contestar a veces. Y sí, he dicho brusca porque quiero hacer hincapié en eso, porque brusca no es lo mismo que irrespetuoso o faltar el respeto.

Y en este punto es dónde llegamos al culmen de este post.

Al sentirse realmente mal me buscan porque saben que las escucho, que las atiendo, que, en la mayoría de los casos, las tranquilizo. Pero están tan mal, tan a la defensiva, tan quemada de la gente, de la vida, del mundo... que lo que necesitan es desahogarse, despotricar de todos y de todo, gritarle al mundo. Eso es lo que les digo, que se desahoguen conmigo, que me digan todo lo que piensan, que griten si es lo que quieren, que yo estaré ahí, a su lado, mientras lo hacen. Desgraciadamente, muchas veces ese estado lo que hace es que necesiten atacar. Cualquier excusa es buena para ir a mi yugular y desangrarme con lo que más me duele. No tienen contemplación y te hunden más. Al principio, les contestaba con algún mínimo ataque para que desistieran, pero ya me cansé. Prefiero callar y aguantar los golpes. El problema es que algunos son realmente golpes bajos, que hacen verdadero daño. Golpes que aunque cicatrizan como todos los demás, van dejando huella, no sanándose del todo.

Tengo miedo a que termine siendo una herida abierta, un daño irreparable, que no se cure como siempre pasaba. Tal vez mis fuerzas no son las de antes, quizás soy yo que me estoy haciendo más débil. No lo sé.

Lo que sí sé, es que sigo estando ahí para aquellas personas. Seguramente habré cambiado, como todo en la vida, pero sigo ahí. Que sepáis que sigo, como siempre.

Mientras, mi mente estará diciendo interiormente: "Desahógate conmigo pero, por favor, no me hagas daño".


Escrito por Arwenundomiel

Relato "Un café y un polvo". Parte 15 (Capítulo 46)

jueves, 23 de febrero de 2017
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PARTE 15. CAMBIANDO EL PENSAMIENTO, SE CAMBIA EL CUENTO.
CAPÍTULO 46. SI BESAS A UN SAPO, TE ENVENENAS. NO SE TRANSFORMA EN PRÍNCIPE.


"Érase que se era una princesa sin corona ni reino. Una princesa que no tenía cetro ni trono. Una princesa que, simplemente, era princesa porque se sentía una princesa.
Un día, la princesa, sonriendo, cogió todos y cada uno de los cuentos que le habían dado mundos diferentes para soñar con la almohada y... los borró. Borró una a una cada letra, cada palabra, cada frase, cada página.
Y así, el mundo, al levantarse en la madrugada, descubrió que se había quedado sin cuentos. Desconcertados, los pueblos y ciudades se preguntaban que sería de ellos ahora que no tenían bases en las que apoyar sus comportamientos.
Entonces, nuestra princesa sin reino ni corona, cogió todas las hojas en blanco que antes habían sido los cuentos, y empezó a escribir.
Primero una letra, una palabra, una frase, una página...
A la mañana siguiente, el mundo volvió a despertar de nuevo y encontró un nuevo cuento en cada puerta, cada alféizar, cada puente, cada camino...
Los habitantes empezaron a leer las nuevas páginas. Páginas donde se podía ser princesa aunque no se tuviera corona, ni cetro, ni reino, ni trono. Páginas donde ya no hacía falta que príncipes rescatasen a princesas porque cada uno sabía defenderse solo.
Cuentos donde los espejos fueron motivo de sonrisa y no de angustia. Cuentos donde la noche fuera sinónimo de libertad y no de miedo.
Palabras... en las que una sola persona podía cambiar todas y cada una de las historias hasta entonces conocidas."

ALBA

Me estaría haciendo mayor a pasos agigantados, supongo. Que no me hubiera abalanzado sobre el cabronazo de Mateo o sobre la gilipollas de su madre era todo un logro para mí. No sé si me gustaba o no esta nueva Alba en la que me había convertido. Seguro que me daría muchos quebraderos de cabeza por no machacar el cráneo a la primera oportunidad que tuviera a la gente que realmente se lo merecía. En fin, esta Martina me llevaba por el mal camino de la idiotez y la debilidad más absoluta. Aunque, pensándolo bien, si le doy dos buenas hostias a esos capullos, seguro que se les quitarían las ganas de estar dando por culo siempre a Martina. A veces pienso si realmente, Martina, no es una niña robada de esos niños que han salido en telediarios. No se parece en nada a su puta familia. Tendría que decirle que se hiciera una prueba de ADN para aclararlo.

Se me dibujó una sonrisa tonta en la cara con todos esos pensamientos. Almu me sacó de mi ensimismamiento con sus grititos de alegría al ver su helado favorito en la vitrina.



-¡Mida! ¡Mida! ¡Ezoz zon amadillos! ¿Zon de natillas?

- No, mocosa. Ese es de limón.

-¿Y eze? - Me señaló otro que había un par de helados más allá.

-¿Todavía no sabes leer? ¡Eres un coco muy coñazo!

-¿Qué ez zer un coco?
- Es una personita muy enana - le puse la mano en la cabeza para ver su altura - ¿Lo ves? Eres un coco. Ese es de melón.
-¡Yo zoy mayor! ¡Teno tes anios! - me mostró tres deditos de su mano izquierda.
- Woww… ¡Con tes anios puedes hacer grandes cosas!- movió su cabecita, asintiendo.
-¿Hay helado de natillaz o no?- dijo suspirando dramáticamente y pegando su cara a la vitrina. Me reí al ver lo impaciente y teatrera que era.
-¡A quién te parecerás que no tienes ni pizca de paciencia!

Le pedí a la dependienta una tarrina pequeña de helado de natillas, que se encontraba en el lado izquierdo de la vitrina. Yo no pedí nada. Esos gilipollas me cerraron el estómago.

-¿Y tú? - Almu me miraba con la tarrina en las manos, mientras se chupaba un dedo que había hundido en el helado estratégicamente.
-Yo no tengo ganas, mocosa.

Nos dirigimos a un banco que teníamos enfrente de la heladería, justo en medio de todo el centro comercial. Allí nos sentamos a esperar a que Martina terminase con su puta madre, nunca mejor dicho. Se me dibujó una  sonrisa por la ocurrencia. No entendía una mierda el querer ser madre para luego tratar a los hijos de esa manera. Sin ir más lejos, mi madre... y la madre de Martina ya es la hostia puta. Suspiré. Nunca sería madre. Miré a Almu y chasqueé la lengua. Ya es tarde para pensar en eso, casi lo soy de esta mocosa que para colmo es mi versión pero en formato mini.

Alcé la vista entremedio de todos esos pensamientos y la vi. Salía como una exhalación de la cafetería con cara de pocos amigos y con su madre detrás persiguiéndola. Me puse tensa cuando otra nueva figura entró en la escena, impidiendo que Martina avanzase hacia mí, Mateo. Me levanté expectante, no queriéndome meter porque la liaría, me conozco.

-Martina, no tienes opción. Vendrás acompañada de Mateo como debe ser.
-¡Mi hermana se va a casar! ¡Tú no me dices nada! ¡¿Y encima pretendes que vaya con el violador que has adoptado?!
-No te permito que me hables así… Y baja la voz, estamos en una zona pública. ¿Qué pensarán de nosotras?
-Martina, es la boda de tu hermana - Mateo trató de acercarse a ella. Yo estaba vigilando todo sus movimientos por si tenía que ir a pegarle dos hostias a quien fuera.
-¡Me da igual lo que piensen!- se dirigió a Mateo.- Y tú, cierra la puta boca.- le miraba desafiante.
- ¡En qué te has convertido! - la miró sorprendido - ¡Qué modales son esos! Ves, Ágata, esto era lo que te decía… Acabaría mal con esas compañías y mira…

Me tenían hasta el coño, cogí a Almu de la manita y me dirigí hacia donde estaban ellos, a ver si eran capaces de hablarle así a Martina delante de mí.

-¿Nos vamos ya, Martina? - la miré. Martina me miró, miró a su madre, miró a Mateo y volvió a mirarme a mí. Me miraba fijamente a los ojos y su expresión fue cambiando y se transformó en una sonrisa. Avanzó hacia mí, y rodeándome con un brazo, me pegó a su cuerpo en un rápido movimiento. Con la mano que le quedaba libre me apartó un mechón que se me había caído sobre la cara y sus labios buscaron, ávidamente, los míos. Después, y ante la cara de estupefacción de esos dos y los grititos de Almu, la cogió en brazos y salimos del centro comercial. Las tres con una sonrisa en la cara.

UNA SEMANA MÁS TARDE...

ALBA
Cada día odiaba más mi trabajo. Bueno, en realidad, no odiaba mi trabajo. Odiaba a mi jefe, el tenerlo que ver todos los putos días, sabiendo que tenía que ponerle una sonrisa falsa para no liarme a hostias con él. Poco a poco, estaba confirmando con Maxi, sus muchos chanchullos y, para colmo, era el padre de Martina. Había sido una semana agotadora… menos mal que por fin era viernes.
Entré a mi casa, bueno… en la casa de locos en que se había convertido. Ya era como una residencia familiar. Privacidad ya tenía poca entre Lu, Almu y Martina, aunque con ella prefería tener mucha más privacidad que la que teníamos. Como era de esperar, en el salón escuché vocecitas que ya conocía perfectamente, era de la película Frozen. Almu me tenía hasta el coño con ella. ¡Cómo era posible poder ver, hasta la saciedad, una película sin que la aborrecieras! Pues ella era capaz. Si no la había visto ya tres millones de veces, no la había visto ninguna. Me asomé al salón, sin hacer mucho ruido, y la vi tumbada con la cabecita apoyada en las piernas de Martina. No sé cómo me podía poner tantísimo siendo tan diferentes entre nosotras, joder.

Me disponía a entrar y saludarlas, pero escuché otras voces en la cocina. Parecía que intentaban hablar bajo, y claro... como yo no soy cotilla, me acerqué con sigilo a ver qué pasaba. Reconocí las voces de Lu y el niñato capullo.

-Sabes que yo no tenía planeado esto.- la voz de Lu, pero, ¿por qué hablaba en susurros?.
-¡Dos niñas, Lucía! ¡Dos! ¿Sabes lo que es eso? Es que… Joder, no lo teníamos previsto y ahora nos vienen dos. ¿Sigues pensando en darlos en adopción, verdad?

¡Gemelas! ¡No me jodas! La adrenalina se me subió en un segundo. Quise entrar y matar al capullo por joder la vida de mi hermana, pero necesitaba escuchar en qué quedaban estos dos imbéciles.

-Sí… sí… - escuché un silencio incómodo.- No lo sé, Manu...
- ¿Cómo que no sabes? ¿Qué me quieres decir con que no sabes? Ya lo hemos hablado, y ahora con dos con más motivo.
-Bueno, vete y lo hablamos luego…- la voz agobiada de Lucía, me llenaba los oídos. ¿Gemelas?-  ¿vendrás a cenar?
- No lo sé. Mi madre tenía que hacer no sé qué cosas.
- Procura venir a cenar, capullo. O te la verás conmigo. ¿Me he expresado bien? - Lu me miraba, se notaba que no se esperaba que hubiera escuchado. Vi cómo su rostro reflejaba pánico.

Entré sin previo aviso. No me salía del coño que el muy cabrón, la dejara sola en estos momentos. Creo que mi mirada lo decía todo, porque sin mediar palabra, él asintió con la cabeza.

- ¡Ves que fácil, enana! Vendrá a cenar. Estaremos todos juntitos como una familia feliz. ¿Verdad, capullo?
- Sí. Nos vemos esta noche. Tengo que irme ya.
-Alba… - Lu me miraba, reconocía perfectamente la mirada de “No compliques más las cosas, por favor”, últimamente la ponía mucho.
- Sí, vete ya porque te estás ganando una buena hostia.
-Manu, hablamos por whatsApp. - Lucía le dio una bolsa y sin mediar palabra, se fue como un rayo hacia la puerta.
- Enana, no debes darle cuartelillo a este capullo, o se te subirá a las barbas. Él te hizo el bombo. No debe escurrir el bulto ahora.
-Alba, no quiero que haga las cosas bajo amenaza. - Lu cogió la maldita caja de galletas, que Martina se encargaba de mantenerle siempre llena. - Quiero que salgan de él.- se metió una galleta de mantequilla en la boca, estaba casi de cuatro meses y había cogido peso.
- Como sigas comiendo galletas y con las dos diablillas que tienes dentro, vas a explotar de un momento a otro. ¿Cuándo te has enterado de que vas a traer gemelas? — abrí el frigorífico para cogerme una lata de cerveza bien fría. Tuve unas ganas enormes de abrazarla, y que supiera que estaba con ella, pero tanta moñería me mataba.
-Qué graciosa… - vi como cerraba la caja de galletas y se miraba la tripa.- Joder.
- No me has contestado.

La abrí y le di un buen buche, mientras me apoyaba en la pared a la espera de una contestación.
-He ido a hacerme una puta ecografía. La madre de Manu está embarazada… y me dijo que la acompañase.
- ¡No me jodas! ¿Ella también? Tu capullito debe estar de preñados hasta el cipote - Reí.
-Sí, la madre de Manu quería una niña… y quería quedarse embarazada de nuevo. Pero no ha tenido suerte, es un niño. - vi como apretaba los labios.- sin embargo, a mí me han tocado doble.- Me salió una carcajada. Sé que no le hizo ni puta gracia a Lu, pero no pude aguantarme. -No sé de qué coño te ríes, tiíta… -añadió sarcástica.
- Déjame de gilipolleces. ¿No estarás pensando lo que creo que estás pensando, verdad? - Esa mirada suya la conocía muy bien, y no me gustaba un pelo.
-Eh…
-¿En qué estás pensando? - la voz alegre y cantarina de Martina, me envolvió, justo antes de que sus brazos me rodearan y me dejara un pequeño beso en el hombro. Lu sonrió.
- Que tu protegida te conteste. Alucinarás. Vamos a tener una guardería de mujeres aquí. Y menos mal que vamos a ser todas mujeres, porque un niño se volvería loco con todas nosotras juntas.
-¿Lo de las dos niñas? Parece que en vuestra familia tenéis la maldición de engendrar solo niñas…- me soltó y se dirigió al grifo, llenando el vaso de agua.
- Sí. Niñas buenorras, como yo. Lu es de las mediocres - le guiñé un ojo.- Después salió Almu, mi miniyo. Ella sí que volverá loca a media humanidad. ¿Cómo sabes lo de las gemelas? Soy la última mierda aquí. No me gusta que estéis siempre hablando a espaldas mía. Seguro que me ponéis a parir entre las dos.
-Estabas trabajando.- Lu se encogió de hombros. -Además, me resulta fácil hablar con ella… - miró a Martina y ambas se sonrieron con una complicidad que yo solo había visto entre María y Asun.- Además, no he dicho que sean gemelas. Solo dos niñas.
- Ya… Me voy arriba. Necesito una buena ducha. Martina, habla con ella. No quiero que me toque más el coño con gilipolleces, y lo que está pensando es realmente una locura. No estoy dispuesta a aguantar otra tontería más. - Miré a Lu desafiándola - ¿Me has entendido, verdad?
-No te pido que las aguantes.- aquella pequeñaja se había vuelto una chica con una personalidad parecida a la mía. Mi figura autoritaria y mis ojos encendidos ya no conseguían amedrentarla.
- ¡Cállate! No quiero oírte. Al menos, ahora. Quiero una ducha y poder relajarme. Piénsatelo antes de soltarme esa mierda.
-Pues lárgate y deja de hacerte la saturada. No eres la que peor está aquí. Ya ni siquiera te das cuenta de lo que pasa en tu propia casa.- Lu dio un golpe en la mesa y salió de la cocina. Martina se quedó allí, callada, mirándome fijamente.
- ¿Qué pasa, joder? No me mires así. ¡No ves que va a desperdiciar toda su vida por querer criarlas ella! No me lo ha dicho, pero está claro que eso es lo que piensa hacer.
-Yo también lo he notado… se pasa el día acariciándose la tripa. Y me he dado cuenta que cuando cree que nadie la escucha, habla al bebé… bueno… a las dos.
- ¡Esa es otra! - suspiré - Dos. Me voy a la ducha. Esto me sobrepasa y explotaré.
-Te acompaño.- Martina se bajó de la encimera, donde se había sentado, de un salto y dejó el vaso de agua en el fregadero. Yo la miraba como si me hubiera dicho que había salido a volar un rato esta mañana.- ¡Venga, vamos! - me cogió de la mano y me sonrió, tirando de mí hacia la puerta.

CARMEN
-Yo creo que nos va a matar…- María negaba con la cabeza.- En los siete años que la conozco, no nos ha dejado celebrar su cumpleaños.
-Bueno, fue el día que decidió marcharse de casa…- Asun se reclinó en la silla.
-Tonterías, es el día que nació. Y el día que la conocí. Hay que hacer algo, ya estoy harta de sus gilipolleces.- Lola meneaba la cintura, bailando con la música que resonaba por toda la habitación, mientras se comía a pequeños mordiscos una fresa.
- Ha cambiado mucho en estos últimos meses. No sé… es posible que no nos mate entre terribles sufrimientos.- No estaba muy de acuerdo con esa idea. Conocía perfectamente a Alba, o la creía conocer. Ya no era la misma. Aunque esta Alba era mucho mejor que la atormentada de antes. Martina era la razón de todo ese cambio, aunque lo negara una y mil veces. La cabezonería no le había cambiado por desgracia. Celebrarle el cumpleaños podía ser nuestro suicidio o un día cojonudo. Yo optaba por descubrirlo. No sé por qué pero me daba que saldría bien, sobretodo si Martina estaba en la fiesta. Era el elemento fundamental para que Alba no nos saltara al cuello.
-¡Hagamos un viaje, joder!
-¿Qué dices, Lola?- María la miraba como si se hubiera vuelto loca.
-Bueno… este año nos hemos ido a la playa sin ella. Y yo la he echado de menos. Y también es hora de conocer a Martina. Yo solo me acuerdo de ella con el vestido lleno de vómito de Carmen.- me guiñó un ojo.
- ¡Qué asquerosa eres, Lola! Además, precisamente es de ti de quien no me fío. Vas a saco sin miramientos de si tiene novia o no. A muchas no nos gusta que venga una, que casi no conocemos de nada, y le dé un morreo a nuestra novia. ¿Lo entiendes, no?
-Tenéis un problema con eso de los celos. - se acercó a Gabi, que apenas estaba atendiendo a la conversación, la cogió de la barbilla suavemente y vi como recorría sus labios con la lengua, lentamente. Gabi se apartó rápidamente, pero vi como su respiración se había alterado.
- ¡Lola, joder! Eres una capulla.- Me dirigí hacia ella con intención de… Pffff de estrangularla, pero Gabi se interpuso entre nosotras.
-No pasa nada, no ha sido nada.- Gabi me acariciaba las manos. Lola se rió.
-En serio, tenéis un problema con la privación de libertad en las parejas de hoy en día...
- Lola, tú mejor que nadie sabes todo lo que pasé con Alba. No me vengas con gilipolleces de esas.
-Nena, Gabi te quiere. ¡Joder! ¿Aún no lo has notado? - Gabi se sonrojó. Y Lola me sonrió. Miré a Gabi. Sus ojos lo decían todo. Claro que lo había notado. Claro que lo sabía, pero había sufrido tanto por Alba que esto me sobrepasaba.- El miedo es lo que acaba con las relaciones de ahora…- Lola se sentó, encogiéndose de hombros. - Podríamos irnos mañana. - Gabi me abrazó por la espalda y se sentó en el sofá, haciendo que cayese sobre ella.
-A ver, que nosotras tengamos las vacaciones no significa que Alba se las haya cogido. Ella trabaja.- María nos hizo aterrizar.
-¿No se las ha cogido aún? ¡Si está acabando el verano! Esta niña es gilipollas…- Lola suspiró.
- La gilipollas eres tú, Lola. Tiene un lío formado en su casa que a saber por dónde va a salir todo eso. De estar tranquila y sola en su adosado, se encuentra con una novia, dos hermanas y un preñado.
-Tu problema y el de Alba es que os creéis transformer. La niña no puede estar currando todo el año y pretender no saturarse. Necesita un fin de semana de los nuestros.
- Paso de discutir más con vosotras. Haced lo que os salga del coño.
-Esperad un momento. - Asun se irguió en la silla.- ¿Qué pasa con Lucía y Almu? No se van a quedar solas en la casa, ¿o sí?
- Os recuerdo que tienen a su madre - Gabi contestó como en un susurro. Siempre en conversaciones de mis amigas, aunque siempre le dije que ella era ya una de las nuestras, no le gustaba mucho entrometerse.- Y también podéis hablarlo con Martina… ella siempre encuentra soluciones a todo...

ALBA
La típica frase que se dice de querer llegar a casa para relajarse y olvidarse de todo, estaba claro que no estaba hecha para mí. Fue llegar y estamparme con las locas decisiones de mi hermana, la cual no sabe ni usar un maldito condón. ¡Me cago en la puta!
Fui directa a la ducha de mi habitación. Fui despojándome de la ropa mientras caminaba hacia allá. Necesitaba, como el respirar, sentir el agua tibia descendiendo por mi piel. Quedarme un buen rato bajo la ducha. Me relajaba bastante esa sensación. Si conseguía, además, dejar la mente en blanco, ya sería la hostia.
El baño fue llenándose de vaho. Entré en la ducha y allí, debajo de ese agua, más caliente de lo acostumbrada, me quedé con los ojos cerrados e intentando no pensar en nada. Era imposible. Pasaba de los problemas del trabajo, el embarazo de Lu, el puto capullo que la dejó preñada, los padres de Martina… Estaba muy harta. Harta de todo y de todos.
Oí abrirse la puerta del baño, sería Martina, como siempre. Estaría recogiendo toda la ropa que fui tirando por el camino. Sé que odiaba que hiciera eso. Aunque en mi defensa diré que tenía pensado recogerlo después. Preferí no decir nada y seguir bajo la ducha. No se veía nada, el vaho conquistó todo el baño. La mampara se abrió, sentí un leve fresco que hizo que se me erizase por un instante la piel. Una leve caricia de las yemas de sus dedos descendiendo desde mi cuello, me estremeció. Me abrazó por la espalda, uniendo su cuerpo al mío. Sentí todo su calor. Un leve beso en mi hombro derecho, luego en el izquierdo. Sus manos seguían acariciándome, esta vez los costados, buscando mi vientre, donde ascendieron lentamente hasta llegar a mis pequeños pechos.

- Martina, así no me relajo. Me estás poniendo muy cachonda.
-Hay muchas formas de relajarse…

Me agarró por la cintura y me dio la vuelta para que estuviera frente a ella, para que la mirase. Sabía que solo con su mirada me derretía, era superior a mí. Me sonrió, acercándose a mí, rozando mis labios. Le oí suspirar. Me estaba gustando mucho conocerla solo por su respiración. Ese suspiro era deseo, era querer más… Su beso se volvió más intenso. Me sujetó el culo y me acercó a ella con decisión. Abrió sus labios y su lengua buscó sin demora la mía. Tenía claro lo que quería. Me quería a mí, quería poseerme, tener las riendas, el control. Esos pequeños gemidos eran inconfundibles. A veces, esa delicada Martina se convertía en toda una fierecilla que hacía que yo me rindiera a ella. Sonrió y me pegó a la pared con un rápido movimiento. Cerré los ojos, entregándome a sus caricias.
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Buzzys
Arwenundomiel

Poesía: Un suspiro

viernes, 10 de febrero de 2017
Navego entre las aguas
del mar, sin rumbo.

Atraco en tu puerto
y te busco entre el gentío.

Me devuelves la mirada
y mi cuerpo se enciende.
Recuerdo todas las noches
que pasé junto a ti.


Quiero hacerte volar de nuevo
y mantenerte ahí arriba,
que disfrutes del paisaje
que te ofrece mi cuerpo.

Observar con precisión
como te retuerces por el viento
y cambiar la posición
bajándote lento.

Que maravilla de vistas
las que me regalas desde aquí,
que maravilla volar
a la altura perfecta
que me ofrecen tus caderas.

Sentir que me reclamas
como has hecho siempre.

Que quieres más de mi,
que se escapa tu mente
al mundo de las maravillas,
donde el tiempo se pierde.

Y regresar en un suspiro,
uno de esos que siempre
me regalas al verme.




Escrito por Kroki

Relato "Un café y un polvo". Parte 14 (Capítulo 45)

jueves, 9 de febrero de 2017

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PARTE 14. ABRÁZAME Y QUE EL MUNDO SE VAYA A LA MIERDA.

CAPÍTULO 45. LA CABRA SIEMPRE TIRA AL MONTE.



"-Deja de creerte especial, siempre fuiste una niña ingenua y seguirás siéndolo.
-Quizá, pero ahora llevo recursos guardados en la guantera, besos en la chistera y alguna que otra nube a punto de volverse lluvia debajo de los ojos. Así que deja de creer que me conoces, podrías llevarte una sorpresa.
-Dale una oportunidad, la gente cambia.
-No. La mala hierba vuelve a crecer y la cabra siempre tira al monte."

ALBA

-Me muero por estar dentro de ti. Me tienes muy perra.- Martina abrió los ojos y me miró, supe enseguida lo que había en ellos, la dilatación de sus pupilas, sus mejillas ligeramente más rosadas que lo normal, la respiración entrecortada… Deseo, era deseo, lujuria. Sus manos buscaron ávidamente mi camiseta y la levantó, mientras yo ascendía mis brazos. Ella tiró la camiseta a un lado y sus piernas se enredaron más fuerte en mi cintura, impidiendo que el aire pudiese pasar entre nuestros cuerpos.

Le fui desabrochando la blusa lentamente, besando cada parte que quedaba visible. La escuchaba gemir, pese a que se tapaba, con la mano derecha, la boca para no despertar a la niñas. Estaba tan excitada como yo. Solo habíamos empezado y ya nuestros cuerpos ardían de deseo.

No sé en qué momento se había quitado Martina su blusa y el sujetador. Estaba tan ensimismada acariciando y besando sus pechos, que ni me di cuenta que los había tirado al lado de mi camiseta.

Quise meter mi mano por dentro de su pantalón, pero ella se apretaba más a mí. Volví a intentarlo de nuevo, y más fuerza ejercía ella con sus piernas entrelazadas en mi cintura. Me acercaba todo lo posible a ella, y me impedía tocarla. Yo seguía tratando de llegar a su sexo, y ella insistía en no dejarse, dibujándosele una sonrisa pícara en su rostro. Ese juego de ver quien puede más, me estaba poniendo a mil. Ella lo sabía. Sabía que me gustaba llevar las riendas, que cuando me lo impedían y me provocaban a la vez, me ponía mucho más cachonda y más bestia.

Traté, con las dos manos, de separarle las piernas y poder separarme de ella lo suficiente como para poder entrar en ella en un movimiento rápido, pero no hubo forma. Martina, que tenía sus manos escondidas entre mi cabello, me agarró firmemente de él y se acercó a mi oído.

- Alba, no sigas que no te voy a dejar. - A esas palabras le había seguido el sonido de una leve risa. - Hoy seré yo quien te coma, y tú… - Se separó un poco para poder vernos las caras - te vas a dejar.

No hice mucho caso a sus palabras y volví al ataque, buscando la manera de bajarle los pantalones.

- Después de… - me tiró del pelo sorprendiéndome y evitando que siguiera hablando.
- Shhhh… ¿No me has oído lo que te he dicho, Alba? Hoy voy a ser yo la primera.

Con un rápido movimiento, bajó de la encimera y comenzó a besarme como si no hubiera un mañana. No me quedé atrás y seguí su beso. Su lengua danzaba con la mía en un baile excitante de roces suaves. Me invitaba a entrar en su boca, y mi lengua no tuvo reparos en ir, momento en el que aprovechó para succionármela levemente, e impidiéndome cualquier movimiento. Ese gesto me erizó los vellos poniéndome la piel de gallina pero a la vez me ardía todo el cuerpo.

Me desubicaba por completo este comportamiento. No debería extrañarme tanto, Martina era así, toda una caja de sorpresas, pero nunca me acostumbraría a ella, y menos aún con respecto al sexo. Y mientras pensaba en todo eso, no sé cómo, me vi tumbada en la mesa de la cocina, con Martina entre mis piernas, y sus manos bajándome los pantalones . No puse resistencia, alzando la pelvis para facilitar que me los quitara, sintiendo que, a la vez que se deslizaban mis pantalones, también bajaban mis bragas.

- No pierdes el tiempo, ¿eh?
- Te conozco... - me regaló una de sus sonrisas envueltas en deseo - Contigo hay que actuar así.

Un tirón certero me dejó completamente desnuda ante ella. Estaba excitadísima viéndola como llevaba el control, sabiendo en cada momento lo que quería. Quise incorporarme, para recuperar las riendas, pero Martina me volvió a tumbar en la mesa buscándome la boca, e inclinándose hacia delante, obligándome a tenderme de nuevo.

- Alba, ¿te quieres relajar?
- ¡Joder! Es que me tienes muy perra. No puedo estarme quieta.

Martina se irguió, asegurándose que no volviera a sentarme, colocando su mano izquierda en mi tórax. Mientras, con la derecha, me hizo abrir más las piernas, y me acarició por la parte interna de los muslos. Me miraba a los ojos, mordiéndose el labio inferior, entreteniéndose en esas caricias sin llegar a la zona donde ansiaba que llegara de una puta vez. Pero, como me imaginaba, evitaba rozar esa zona mientras me sonreía.

Alcé mi pelvis para darle a entender que es lo que necesitaba. Lo único que obtuve fue una leve caricia de su mano por todo mi sexo. Colocó toda su palma cubriéndomelo. Un golpe certero en mi clítoris, hizo que se me escapara un gemido agudo, que inmediatamente intenté acallar.

- Shhh… ¡Mira que eres ruidosa!
- La culpa la tienes tú que juegas conmigo.
- ¡Claro! La culpa siempre es mía.

Mientras terminaba de decir la frase, fue agachándose acariciándome el costado con las yemas de los dedos. Me besó justo en la punta del clítoris, que lo tendría como el Everest de lo cachonda que me estaba poniendo. Siguió lamiéndomelo  levemente, breves roces con la punta de su lengua. Estaba tan concentrada en ellos, que ni me di cuenta que ya me había penetrado. Me estaba dando pequeños toques en ese punto de placer que conocía tan bien. Todo mi cuerpo gozaba con lo que me hacía. Cerré los ojos, queriéndome dejar llevar por toda estas sensaciones.

La muy cabrona, con sus dedos, con su lengua, y esos labios tan apetecibles, me llevaba a lo más alto, justo al borde del precipicio, y justo en ese momento, paraba… Cambiaba de movimientos y comenzaba de nuevo. Con la excitación, no sabía ya cuantas veces se había parado, pero yo la iba a estrangular cómo siguiera haciéndolo.

- No me seas tan capulla. Déjame correrme de una puta vez.
- ¡Vas a despertar a las niñas!

Ignoré sus palabras y me abrí completamente para ella. ¡Dios, que gusto, joder! Me agarré a los lados de la mesa, con un orgasmo que gritaba que lo dejaran salir.

- No pares ahora, Martina. No pares…

Creo que aunque hubiese parado, no hubiera podido retener más este orgasmo. Pero Martina no paró, no… Lo que hizo fue seguir follándome  y comenzar también a comerme el coño. Fue directamente a mi clítoris succionándolo con fuerza. Con su lengua zigzagueaba con él, atravesándome una corriente de placer por todo mi cuerpo. El roce de sus dedos penetrándome a la vez, me llevaba estrepitosamente al clímax.

Mi cuerpo se tensó, incliné la cabeza hacia atrás, me agarré más fuerte a la mesa y dejé salir todos los orgasmos contenidos de una sola vez. Nunca había sentido tantísimo placer recorriéndome entera, de pies a cabeza. Mi pelvis subía y bajaba rápidamente para que el orgasmo siguiera actuando por todo mi ser. Mi cuerpo temblaba, y mis gemidos se hacían tan fuertes que tuve que frenarlos mordiéndome el labio.

Martina aminoró sus movimientos a la vez q yo aminoraba los míos. Con mis ojos cerrados, iba disfrutando del momento, de cómo poco a poco toda esa excitación, todo ese placer, iba dejando lugar a una paz increíble y unas ganas tremendas de estar abrazada a Martina, y no separarme nunca de ella. Creo que leía mis pensamientos, porque se levantó y, buscando mi boca, se abrazó a mí. Era… maravillosa.

Estábamos en la cama, yo abrazaba a su cuerpo desnudo mientras ella perfilaba algún que otro dibujo con sus dedos sobre la piel desnuda de mi tórax. Hacerlo con ella era volver a querer hacerlo, y no parar hasta que nuestros cuerpos acabaran agotados y sin fuerzas para un nuevo orgasmo. No tenía hartura de Martina, siempre quería más, era realmente una adicción que esperaba que no se convirtiera en tóxica.

MARTINA
Me había acostumbrado a estar sola con Almu. En apenas unos días me había aprendido todos los canales y programas que le gustaban a la niña. Por su parte, ella me había acogido perfectamente y había empezado a llamarme “tina” lo que hacía que me tuviese en la palma de la mano cada vez que quería. Obviamente, Almu se había dado cuenta de que lo que no funcionaba con Lucía, funcionaba a la perfección conmigo y me utilizaba a su antojo como una muñeca.
-¡Cambia, cambia! Ezte no me guzta.- miré hacia la pantalla, al mismo tiempo que sentía como mi móvil vibraba. Le di el mando y ella, hábilmente, pulsó el número nueve y Clan apareció ante nuestros ojos. Me sorprendía que no se supiera el número pero controlara la posición de los botones que le gustaban. Sonreí y miré el móvil.

        Ágata: Quedamos a las cinco y media en el Chip del centro comercial. Tenemos que hablar. Es importante. Tu hermana Vicky también viene.

¿Vicky? Hacía meses que no sabía nada de ella. ¿Le habría pasado algo?

    Martina: Está bien. Allí estaré.

Eran las cinco en punto. Mi madre, tan empática como siempre, avisando de todo a última hora como si el resto del mundo girase a su alrededor.

-Chiquitina, ¿Te apetece que vayamos a tomar un helado?- A Almu se le iluminó la sonrisa.
-Ziii. ¡Mamos!
-Bueno, hay que ponerse otra ropa. - la niña iba simplemente con el pañal y una camiseta de tirantes. Estábamos a finales de Agosto y el Sol aún pegaba golpes de calor que eran capaz de atontarte. Almu corrió escaleras arriba. Dejé el libro que tenía entre las piernas encima de la mesita del salón. Y la seguí hacia arriba.

Media hora después, entrábamos en el centro comercial, ambas con un vestido blanco de tirantes y unas sandalias. Almu se había empeñado en que para comer helado hay que ir de blanco y tampoco me había molestado en discutírselo. Enseguida vi a mi madre, con un vestido azul eléctrico que se le pegaba al cuerpo, mostrando todas sus curvas. Siempre tenía que llamar la atención. A su lado, la espalda de un hombre que conocía muy bien.
Aquella no era Vicky, era Mateo. Maldita zorra…

-¿De dónde sale esta niña? - mi madre se levantó instantáneamente al verme llegar con Almu y la cara que puso no era en absoluto de mucho agrado.
-¡Hombre! ¡Mamá! - la abracé.- Como no te comportes delante de la niña te juro que me largo.- Susurré. Me separé de ella mostrando mi sonrisa más encantadora.
-Mira, Almu. Ella es mi madre.
-Hola…- Almu saludó con la manita, mientras se pegaba a mí.
- Ehmm… Hola, niña - ¿Hola, niña? Cómo no mejorara la actitud de mi madre, creo que el helado nos lo tomaríamos en otro sitio, y a solas.
- Hola, Marti. Hola, pequeña.- Puse la mano en el pecho de Mateo, evitando que se acercara a la niña.
-Está bien.- hablé en voz baja para que Almu no me oyera.
-¡Mida! ¡Mida! - Almu brincaba mirando el tiovivo.
-¡Qué chulo! ¡Montemos!

Subí a la pequeña en un tiovivo chiquitito de cuatro caballitos. Ella daba vueltas encantadas.

-Vale. - me digné a hablar.- Es obvio que Vicky no está. Y mis condiciones van a ser claritas. - no apartaba la mirada de Almu.- Mateo puede largarse a dar una vuelta mientras hablamos, no le quiero cerca de la niña. Y, mamá,- dije reticente.- Ya puedes ser amable. La niña tiene que estar cómoda.  
- Mateo no se va a ningún sitio, él está conmigo. Y… ¿De quién demonio es esta cría? Debías de venir sola.
-Está bien. Creía haberme explicado con claridad, pero veo que sigues sin entenderme cuando hablo… Cuando Almu se baje, me largo.- no respondí a su pregunta. Mateo no se acercaría a Almu.
- Martina, no seas cabezona que ni siquiera hemos hablado. Has cambiado muchísimo desde que… - suspiró sin saber como poder expresarse.
-Desde que tu novio me violó. Quizá. - soné fría y distante.- Pero tengo mis condiciones. O las tomas… o las dejas. Yo no soy la que te ha pedido venir.
- ¡No te violó y lo sabes perfectamente! - lo dijo en un susurro para no dar el espectáculo en público - Pero no quiero volver a hablar de eso. Dentro de quince días tenemos una boda donde no debes faltar, Martina. Vendrá gente muy importante y de alto estatus social, debemos dar buena imagen de la familia - sus ojos se posaron en los de Mateo. Miré hacia Almu de nuevo y la saludé sonriendo con la mano. - Nadie sabe que lo habéis dejado y, todo ello, puede conllevar a habladurías de la gente que enturbiarán lo importante del día, que es la boda. Es necesario que vayas como acompañante de Mateo y así no saldrán rumores sobre por qué Mateo sigue estando tan unido a nuestra familia - miró de nuevo a Mateo con una media sonrisa - Bueno… ya me entiendes, ¿no?
-Una lástima.- Almu se bajaba de los caballitos.- Pero mi madre me enseñó que hay que apechugar con lo que se hace.- Me agaché mientras Almu venía corriendo hacia mí y la abracé.
-¿Noz tomamos el helado?
-Sí, pequeña. Vamos.- eché a andar sin mirar a ninguno de los dos, hacia la heladería favorita de Alba. Mi madre me agarró fuertemente del brazo y se me acercó al oído.
- Suéltame, ahora. Conmigo no tienes nada que hacer por las malas.
- Tu padre ya no te dará ni un euro…
-No pasa nada. Ya he encontrado trabajo.- Sonreí al ver que la cogía por sorpresa.- Disculpa, voy a tomarme un helado con la hermana de mi novia.- me solté de su brazo. Alba apareció en mi campo de visión y el alivio que sentí en ese momento superó con creces al agobio que empezaba a sentir con mi madre o a la sorpresa por verla en el centro comercial, sola. Avancé hacia ella, velozmente mientras mi madre me seguía, con el perrito faldero de Mateo.
- ¿Novia? ¿Tú te estás escuchando? No te vayas cuando te estoy hablando, Martina. Mírame cuando te hablo.
-¡Alma!- la pequeña había visto a Alba y corrió hacia ella. Di gracias a Almu en mi mente. Alba giró la cabeza. Y vi que en su cara se dibujaba una expresión de sorpresa.
-¡Cariño! ¡Al final has venido! - la rodeé la cintura con el brazo y la atraje a mí, rozando sus labios con los míos, suavemente.
-¿Cariño? ¿Estás cachonda? - me susurró al oído mientras sonreía.
-Shh… - hice un leve movimiento de cabeza hacia donde se encontraba mi madre con Mateo. Almu daba saltitos agarrada de la mano de Alba.
- Me cago en la puta. ¿Son los que creo que son? - a Alba le cambió la cara. Sus manos se convirtieron en puños. Sabía que la rabia se la estaba comiendo por dentro.
-¡Ímamos a pod un helado!- acaricié la espalda de Alba y sonreía a Almu.
-Tranquila- susurré a Alba. -¡Claro que sí! ¡Vamos! - me dirigí a Almu. Mi madre y Mateo se acercaban a nosotros.
- ¿No nos vas a presentar a la yonki? - Mateo se acordó de aquella vez que la vio en mi casa y que casi termina a puñetazos con ella.
-Llévate a Almu, por favor.- miré a Alba y me dirigí a la peque, ignorando el comentario.- Alba te lleva a por el helado y ahora voy yo, ¿vale?- la peque asintió, contenta. Alba no se movía.
- ¿Esta es la que te ha pervertido? Mateo ya me habló de ella. Me advirtió que ibas con malas compañías pero… - mi madre observó de arriba a abajo a Alba con cara de asco - no creí que tú fueras tan estúpida de caer en esta vida depravada.
-¿Qué paza? ¿Qué ez depavada? - Almu cambiaba el peso de un pie a otro, impaciente.
-Es una fiesta, peque. Lleva tú a Alba a la heladería, que creo que no sabe dónde es.- agarré a mi madre del brazo.- Vamos.- me moví en dirección contraria a ellas, hacia la primera cafetería que visualicé. Alba quiso seguirme mordiéndose el labio, señal inequívoca de que explotaría de un momento a otro, pero di gracias, de nuevo, a Almu que tiraba de su mano hacia donde se encontraba la heladería. No sé cómo pudo aguantarse y no gritar una de sus lindeces a mi madre o a Mateo, pero eso me hizo darme cuenta que Alba podía controlar su enorme genio. Me gustó.
- ¡Suéltame ahora mismo, Martina! - se deshizo de mi mano con un movimiento rápido.
-Escucha, deja de comportarte como una víbora, porque eres tú la que me necesita a mí. Tomemos algo, ¿vale? - miré a Mateo.- Pero él, no.
- Él está conmigo.
-Y Alba conmigo, eso no implica nada.
- No te preocupes, Ágata. Me iré a dar una vuelta por el centro comercial. Creo que tenéis mucho de qué hablar y tú tienes mucho trabajo para intentar convencerla de que salga de esa vida que está llevando. En serio, Martina… No te reconozco - dijo dirigiéndose a mí.
-No estoy hablando contigo, ni necesito tu reconocimiento, cabrón de mierda.
- Tu madre sabe la verdad de todo, y sabe que no es como lo cuentas.
-¿Y te la cuenta mientras le metes la polla? Debe ser nuevo eso de que una mujer no se te resista. - se me abalanzó y vi como mi madre se colocaba en medio de nosotros dos.
- Mateo, hazme el favor de dar un paseo. Déjanos solas.
-Vaya, debe ser la primera vez que te comportas como una madre y defiendes a una hija. Una lástima que lo hayas hecho para no meterle a él en problemas y no por mí.
- No te lo mereces… pero no podemos dar un lamentable espectáculo aquí, en público.
-Claro, porque sino podría pegarme una paliza sin reparos.- me negué a mirarla y me fui a sentar en la cafetería que teníamos a unos pasos. Ella se sentó enfrente de mí. Y la camarera acudió rauda a preguntar que deseábamos. Después de que ella pidiera un café cortado y yo un té con canela, me dirigí a ella.- Habla.

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