Semana Santa en Valladolid

martes, 22 de marzo de 2016

El valor artístico de las tallas y el silencio que preside los cortejos, son las principales señas de identidad de la Semana Santa de Valladolid, declarada de Interés Turístico Internacional en 1981. De las imágenes que salen a las calles en las distintas procesiones -treinta y dos en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor, en la tarde-noche del Viernes Santo- ciento cuatro proceden del Museo Nacional de Escultura con sede en la ciudad, lo que hace que el conjunto de la Semana Santa de Valladolid esté considerada como la de mayor fidelidad, rigor y detalle en la representación de las últimas horas de Jesús de Nazaret, desde la Última Cena, hasta la Soledad de su Madre al pie de la Cruz.
La presencia de tantas imágenes y de tan notable calidad se explica en el tiempo durante el que Valladolid fue sede de las Cortes castellanas (siglos XV y XVI) y el breve periodo en que se ubicó en ella la capital de España y su imperio, a principios del siglo XVII, entre los años 1601 y 1606. En esta época se instalaron en la ciudad y sus alrededores los talleres de destacados imagineros (escultores que tallaban en madera imágenes religiosas, preferentemente pasos y retablos) como los de Juan de Juni o Gregorio Fernández, a quienes sucedieron discípulos como Andrés de Solanes, Bernardo del Rincón, Francisco Fermín o Tudanca, consolidando a Valladolid con su labor como principal referente de la escuela escultórica castellana. Las diecinueve cofradías vallisoletanas componen un total de cincuenta y cuatro pasos distintos, con más de un centenar de imágenes, y celebran un total de treinta y tres procesiones. Seis son las cofradías consideradas históricas (siglos XII a XVI) -Vera Cruz, Angustias, Piedad, Sagrada Pasión, Jesús Nazareno y Venerable Orden Tercera- vinculadas todas a otros tantos conventos vallisoletanos de distintas órdenes religiosas, que es donde empezaron las procesiones antes de salir a las calles, lo que no ocurrió hasta el siglo XV.

Las otras trece surgieron en el siglo XX a partir del año 1920: Preciosísima Sangre de Nuestro Señor Jesucristo; Siete Palabras; Jesús atado a la Columna; Santo Entierro; La Oración del Huerto y San Pascual Bailón; Descendimiento y Santísimo Cristo de la Buena Muerte; Sagrada Cena; Santo Cristo de la Luz; Santísimo Cristo Despojado, Cristo Camino del Calvario y Nuestra Señora de la Amargura; Exaltación de la Santa Cruz y Nuestra Señora de los Dolores; Santo Cristo de los Artilleros; Santo Sepulcro y Cristo del Consuelo, y Jesús Resucitado y María Santísima de la Alegría.
La Plaza Mayor acoge cada Viernes Santo a mediodía el Sermón de las Siete Palabras, uno de los actos más singulares de este ciclo religioso y que organiza la cofradía del mismo nombre desde 1934. El epicentro de Valladolid se transforma en un escenario que recuerda a los autos de fe del siglo XVI en el que un religioso, invitado cada año a tal efecto, reflexiona sobre las siete palabras que Cristo pronunció en la Cruz, delante de los respectivos pasos que las ilustran. El acto es anunciado a lo largo de toda la mañana mediante un pregón en forma de soneto que el pregonero, al que acompaña un cortejo a caballo, recoge a las ocho de la mañana de manos.
La procesión de la tarde del Viernes Santo es famosa por la cantidad de pasos (32) y la calidad de las obras de imaginería que desfilan en ella. Comienza y termina en la iglesia de las Angustias después de recorrer durante casi cinco horas las calles más céntricas de Valladolid incluida la Plaza Mayor, que se muestra engalanada para la ocasión y a la que da una vuelta casi completa. Terminado el cortejo tiene lugar el canto de la Salve Popular ante la imagen de la Virgen de las Angustias, siendo uno de los momentos más emotivos.
Pero si algo emociona en la Procesión General de la Sagrada Pasión del Redentor y en el conjunto de manifestaciones religiosas de esta ciudad castellana es el silencio y el recogimiento de participantes y espectadores. Como dejó escrito el universal escritor vallisoletano Miguel Delibes: “En la Semana Santa castellana no tienen sitio la algarabía y la estridencia; y el espectáculo, el arte y el adorno ocupan en ella un lugar secundario. Lo importante en la Semana Santa vallisoletana es el silencio; un silencio espeso, sombrío y doliente que encubre y arropa una honda emoción. El ambiente es lo más digno de admirarse de nuestra Semana Santa. Todo se desliza en una penumbra que amansa los nervios, mientras que por encima de las cabezas sopla una racha de trágica paz. Es silencio, recogimiento, conciencia íntima y dolorosa del Gran Sacrificio”.


Fuente: espanafascinante

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